11 de noviembre de 2011

Todo empieza de este cuento...


Un hombre castigó a su hija de 5 años por desperdiciar un rollo de papel de regalo para envolver, que era muy caro. El dinero estaba escaso y la niña lo había usado para decorar un caja y ponerla debajo del árbol de Navidad. Sin embargo, a la mañana siguiente, la niñita le trajo la caja de regalo y le dijo: Esto es para ti, papito.
 El padre estaba avergonzado por su reacción anterior, pero su enojo apareció de nuevo cuando encontró que la caja estaba vacía. Entonces le dijo a su hija muy enfadado: ¿No sabes, jovencita, que cuando das un regalo a alguien, se supone que debe haber algo dentro del paquete? 
La niñita lo miró con lágrimas en sus ojos y le dijo: Papá, no está vacía. Le puse besitos hasta que se llenó.
 
El padre estaba deshecho. Cayó de rodillas y abrazó a su pequeña hija, y le rogó que lo perdonara por su enojo innecesario.

Desde ese momento, el padre conservó la cajita junto a su cama, el resto de su vida. Y cuando estaba desanimado, se enfrentaba con problemas o simplemente necesita alimentar su alma con una sonrisa, abría la caja y tomaba un beso imaginario y recordaba el amor que la niña había puesto ahí.
En la vida real, a cada uno de nosotros se nos ha dado una caja dorada llena de besos y amor incondicionales de nuestros hijos, familiares, amigos, etc. No hay posesión más valiosa que uno pueda tener.

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